Uno de los lemas con los que crecido
y vivido dice: se pregona con el ejemplo. Hubo un par de días en sesiones extra
de la mañana que llegué de 5 a 10 minutos tarde, al ilusamente creí que me lo
pasarían por alto, fue más que obvio que no, para las sesiones posteriores,
eran ellos los que llegaban de 5 a 10 minutos tarde, y yo, no pude exigir nada,
sabía que esas acciones eran consecuencia de mis actos. Decidí empezar el
semestre nuevo con el pie derecho, no sólo para sentirme con el derecho de
exigirles, sino para mostrarles la importancia de aprovechar el tiempo.
Confesándome un poco, lo que me ha convencido de terminar éstas reflexiones,
han sido ellos, aunque ellos no lo vean, yo me siento mal e incongruente
exigiéndoles entregar a tiempo los productos que les solicito y a la par siendo
yo quien no hace lo que se le pide en tiempo y forma.
Cuando trabajo con mis estudiantes,
ellos me dicen que hablo muy fuerte y que parece que siempre estoy enojada con
ellos. Desde el principio les dije que primero les iba a pedir sus opiniones
respecto a los detalles del desarrollo de la materia, pero que si no decían
nada, sería yo quien concluiría las decisiones; al principio mi sesión era todo
autoritarismo, y ahora, si bien no es una democracia total, al parecer intentan
participar y expresar su opinión, eso es bastante logro para mí, y espero que
sigan progresando, y claro, yo con ellos, dejándolos decidir.
La relación que se establece con las
personas con las que se trabaja, suele irse forjando con el tiempo, he recordado
que anteriormente, en el festejo de navidad mis estudiantes me invitaron, algo
cohibidos y no muy convencidos, y ahora, para el festejo del 14 de febrero, su
invitación ha sido muy abierta; y eso se refuerza cuando se acercan y
platicamos respecto a temas de sus familias, situaciones escolares o de amigos;
es grato poder decirles lo que pienso, cuando son ellos los que piden que lo
haga y no solo como comúnmente se dice: darles el sermón de la montaña de
siempre.