domingo, 9 de febrero de 2014

De las cualidades indispensables para el mejor desempeño de las maestras y los maestros progresistas.

Dentro de las cualidades que se deben considerar esta la humildad, pues implica confianza en nosotros mismos, respeto hacia nosotros mismos y hacia los demás. Nos ayuda a reconocer que nadie lo sabe todo y que nadie lo ignora todo, difícilmente sin esta cualidad no sabemos escuchar a los demás pues podemos considerarlo alejado de nuestro nivel de competencia, en cambio trabajar con la humildad nos permite y da la oportunidad de escuchar con atención a quien nos busca, sin importar su nivel intelectual, pues es un deber humano y un gusto democrático nada estilista.
Otras de las cualidades que se le deben sumar a la humildad y que se relaciona directamente con los alumnos es la amorosidad, la cual permite el mejor proceso de enseñanza, pues con ello puede sobrevivir a las negatividades de su quehacer.
La valentía tiene completamente presencia en nosotros, es aquel que nos permite enfrentarnos a nuestros miedos, como el miedo a perder el empleo, sentimos la necesidad de poner ciertos límites a nuestros miedos, el sentir miedo es manifestación de que estamos vivos pero no debemos permitir que nos paralice; educando el miedo de donde nace la valentía.
La tolerancia es la virtud que nos enseña a convivir con los que es diferente, a aprender con lo diferente, a respetar lo diferente, debemos vivir la tolerancia como algo que asumimos, de lo contrario si tratamos de consentir una convivencia que de hecho nos repugna, estaríamos tratando con hipocresía lo cuan no es una virtud. La tolerancia requiere de respeto, disciplina, ética.
La capacidad de decisión es absolutamente necesaria en el trabajo de formador, pero la una de las deficiencias de un educador es la indecisión, que se interpreta como la debilidad moral o como incompetencia profesional.
Un buen ejemplo pedagógico, es la dirección de la democracia, es tomar la decisión junto con los alumnos después de analizar el problema.

Una cualidad que expone es la parsimonia verbal, aquella que está implicada en el acto de asumir la tensión entre paciencia-impaciencia. Quien vive la impaciente paciencia difícilmente pierde, quien vive preponderantemente la paciencia, apenas ahoga su legítima rabia, que expresa en un discurso flojo y acomodado. Quien por el contrario es sólo impaciente tiende a la exacerbación en su discurso. El discurso del paciente siempre es bien comportado, mientras que el discurso del impaciente generalmente va más allá de lo que la realidad misma soportaría.

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