El
psicólogo Daniel Goleman tiene más de 20 años investigando y haciendo
aportaciones sobre el impacto positivo de la inteligencia emocional en relación
con la excelencia personal y organizacional, en el libro que se enuncia en el título
de esta opinión aterriza conceptos como “coeficiente intelectual colectivo”
haciendo referencia a la suma total de capacidades, potencialidades y aptitudes
de todas las personas que colaboran para llegar a un fin común, específicamente
a la forma en que los esfuerzos colectivos se suman e interactúan logrando armonía
interpersonal.
Para
potenciar el coeficiente intelectual colectivo es indispensable que todas las
personas que interactúan tengan desarrolladas las siguientes características: el
trabajo en equipo, la comunicación asertiva, la cooperación y la atención a las
necesidades de los demás, éstas corresponden a lo que se denomina inteligencia
social la cual en el aspecto educativo se debe desarrollar en la misma magnitud
tanto en el educando como en el educador.
Al
conversar con mis alumnos sobre su rendimiento escolar, intentando que hagan
una auto-evaluación continua para que detecten cual es la principal dificultad
que enfrentan para lograr optimizar su rendimiento me entere que desconocen el
resultado de su primer y segunda evaluación parcial, porque estos resultados
solo se les dan a conocer a los padres de familia, entonces enfrentamos una
dificultad institucional pues los principales actores de este proceso educativo
no conocen a ciencia cierta el resultado de su desempeño, esto me llevó a
plantearme la siguiente pregunta:
¿Cómo podemos contribuir los maestros de grupo
para que nuestros alumnos desarrollen al máximo su inteligencia emocional?
Y
es aquí donde las aportaciones de Goleman nos dan interesantes respuestas, para
comenzar el autor hace referencia a “mandar con corazón” haciendo alusión a que
debemos estar en sintonía con los sentimientos de las personas con las que
tratamos, debemos ser capaces de manejar las diferencias de opinión, saber
expresarnos, pues dependiendo de la forma en que les informemos de sus logros y
dificultades dependerá si reorientan su esfuerzo, para lograr mejores
resultados podemos dar más críticas buenas y menos malas en tiempo, es decir en
cuanto apreciamos tanto lo positivo como lo negativo.
Al
hacer referencia a un hecho especifico se debe considerar centrar toda nuestra atención en lo que nuestro
alumno puede hacer y no solamente en lo que ya hizo y nunca atribuir las malas
acciones a un rasgo de su personalidad (evitar etiquetarlo), se debe ser
concreto, especificar que hace bien, que hace mal pero también como lo puede
mejorar (es sumamente importante plantear un posible solución), estas conversaciones
siempre deben realizarse personalmente y en privado, procurando en todo momento
usar la empatía.
Los
maestros debemos perseguir que nuestros alumnos desarrollen al máximo su
inteligencia emocional como factor que les permitirá mejorar sus aprendizajes
no solo en la educación formal si no en la social.
BIBLIOGRAFÍA
Goleman, Daniel “La inteligencia Emocional” Editorial Vergara, Buenos
Aires.2003.
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